El Primero de Mayo es el día en que las trabajadoras y los trabajadores de todo el mundo se detienen y reflexionan. Estamos siendo testigos de numerosos abusos de los derechos humanos, como la denegación a los trabajadores de su derecho a la libre asociación o la supresión de la libertad de expresión. La defensa de nuestros derechos humanos fundamentales es responsabilidad de toda la sociedad.
El derecho de huelga. El derecho a la protesta. El derecho a la libertad de asociación. Estas libertades civiles, que corren por las venas del sindicalismo mundial, están siendo atacadas. Por lo tanto, debemos luchar colectivamente hombro con hombro y decir: “No más opresión”.
Hoy, el Primero de Mayo, la ITF y sus 20 millones de trabajadores y trabajadoras del transporte piden a los Gobiernos, los empleadores y la sociedad civil que respeten nuestros derechos, acaben con la persecución sindical y protejan nuestras libertades.
La solidaridad es nuestra arma más poderosa en la lucha por defender los derechos humanos y poner fin a la persecución de nuestros compañeros, compañeras, amigos y amigas en todo el mundo.
Un caso patente es el de los 13 activistas de la empresa Ferrocarriles Estatales de Tailandia. El pasado octubre, 13 dirigentes del SRUT fueron condenados a tres años de prisión como consecuencia de las acciones legales emprendidas por la compañía ferroviaria. ¿Su delito? Hacer campaña en pos de una mayor seguridad.
Estos líderes fueron el chivo expiatorio de un accidente ocurrido en 2009 debido principalmente a la falta de mantenimiento, según las conclusiones tanto de la Comisión Nacional de Derechos Humanos de Tailandia como de una investigación interna. Las autoridades tailandesas lanzaron falsas acusaciones contra ellos con el objetivo de desviar la atención de su propia incompetencia.
Quien ya no disfruta de ningún derecho humano es Leonardo Escala, fallecido en febrero tras recibir un disparo tras otro en el exterior de su casa en Tondo, Manila. Escala, presidente del sindicato de trabajadores portuarios de un puerto de ICTSI en Manila, continuó ejerciendo su derecho a la libertad de asociación pese a haber recibido amenazas de muerte. No cabe duda de que las autoridades no están haciendo lo suficiente para proteger el derecho a la vida de las personas.
En Myanmar, el golpe militar está provocando el encarcelamiento de trabajadores y el asesinato a tiros de manifestantes en las calles. Brasil tiene un nuevo presidente que respalda los asesinatos políticos. En Bielorrusia, los derechos de los trabajadores y las trabajadoras se pisotean de forma habitual.
La lista de abusos de los derechos humanos y casos de opresión que observa la ITF es inacabable. Algunos se pueden abordar a nivel local. Sin embargo, necesitamos cada vez más una respuesta mundial.
Las trabajadoras y los trabajadores que escapan de la opresión deben solidarizarse enérgicamente con aquellas personas que no lo consiguen. El movimiento sindical en su totalidad tiene la responsabilidad de actuar; la solidaridad es nuestra arma más poderosa en la lucha por la justicia, la igualdad, la libertad y la dignidad.
Se debe exigir a los accionistas que dejen de hacer negocios con regímenes opresivos. Las presidencias y las direcciones ejecutivas de las multinacionales deben rendir cuentas por las violaciones de los derechos humanos que tienen lugar en sus cadenas de suministro mundiales.
Asimismo, nuestros políticos deben afianzar su determinación en la defensa de los derechos humanos. Debe quedarles totalmente claro a la clase política y al resto del mundo que no toleraremos la opresión.
Si toda la sociedad lucha con firmeza por los derechos humanos, no habrá más opresión. Al defender los derechos humanos de los demás, defendemos nuestro propio modo de vida. La locura actual puede detenerse si los seres humanos deciden ponerle fin colectivamente.
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